Verme en el espejo de alguien con quien he tenido intimidad, ha llegado a ser magnífico o devastador.
Lo que sucede durante el acto —creo yo— es perdonable siempre, por muy tímida o salvaje que una haya sido. Lo que deja secuelas permanentes es la sensación que se tiene al recoger la ropa, al vestirse y al salir de ahí.
Una espera que el hombre tenga, si no el mismo temor, al menos algo parecido; pero creo que no es así. Y lo que haga yo, a partir de ese momento: quedarme a dormir ahí, recoger mi ropa e irme, se que va a perseguirme durante mucho tiempo.
El problema no es tanto desnudarse ante alguien más, sino ante una misma.